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La lucha invisible contra la salud mental de quienes sufren migraña

Si alguna vez ha sufrido migraña, sabe que es mucho más que un simple “fuerte dolor de cabeza”. Quienes así lo consideran está claro que nunca han sufrido una.

Es como si la cabeza estuviera atrapada en un torno y cada latido enviara ondas de dolor a través del cráneo.

El más leve ruido se vuelve insoportable, e incluso la luz más tenue se siente como puñales en los ojos. Si a eso le sumamos oleadas de náuseas, mareos y, a veces, incluso alteraciones visuales como auras, comenzamos a comprender la verdadera naturaleza de la migraña.

Cada episodio de migraña es una batalla, no solo contra los síntomas físicos, sino contra la alteración de la vida diaria. El trabajo se vuelve imposible, los planes sociales se cancelan y las alegrías de la vida quedan en suspenso mientras uno se retira a una habitación oscura y tranquila, rezando para que pase.

Pero ¿qué pasaría si le dijera que el impacto de las migrañas va mucho más allá de estos efectos inmediatos?

Una calle de doble sentido

Nuevos estudios han revelado un vínculo preocupante entre las migrañas y los problemas de salud mental, en particular la ansiedad y la depresión.

La Fundación Estadounidense para la Migraña ha informado que las personas que padecen migraña tienen cinco veces más probabilidades de desarrollar depresión que las que no la padecen. Y un estudio de 2017 ya había descubierto que quienes sufren migraña tenían 25 veces más probabilidades de experimentar sentimientos diarios de nerviosismo o ansiedad.

Pero, ¿qué va antes: la migraña o el problema de salud mental? La respuesta no es sencilla.

Las investigaciones sugieren que es probable que se trate de una vía de doble sentido, en la que cada afección puede contribuir al desarrollo o empeoramiento de la otra, lo que crea un círculo vicioso que puede resultar difícil de romper.

Más allá de la ansiedad y la depresión

Si bien la ansiedad y la depresión son los problemas de salud mental más comúnmente asociados con las migrañas, la conexión no termina allí.

Los estudios también han encontrado vínculos entre las migrañas y otras afecciones, como el trastorno bipolar y el trastorno de estrés postraumático. Aproximadamente el 30% de las personas con trastorno bipolar sufren migrañas, aunque también ocurre lo contrario: quienes sufren migrañas tienen tasas más altas de trastorno bipolar que la población general.

La relación entre las migrañas y el trastorno de estrés postraumático es particularmente intrigante. Esta conexión pone de relieve la compleja interacción entre el dolor físico, el trauma emocional y la salud mental.

La base biológica

Los científicos aún están trabajando para comprender los mecanismos exactos que subyacen en la conexión entre la migraña y la salud mental. Sin embargo, han surgido varias teorías. Una se centra en el papel de la serotonina, un neurotransmisor que participa en la regulación del estado de ánimo y la percepción del dolor.

Las hormonas también pueden desempeñar un papel crucial, sobre todo en las mujeres. El fenómeno de las “migrañas menstruales”, que se producen en torno a la época de la menstruación, cuando los niveles de estrógeno son bajos, apunta a un posible vínculo entre las fluctuaciones hormonales, las migrañas y los trastornos del estado de ánimo.

Rompiendo el ciclo

Dada la intrincada relación entre las migrañas y la salud mental, resulta evidente que un tratamiento eficaz debe abordar ambos aspectos. Esto suele implicar una combinación de intervenciones médicas y cambios en el estilo de vida como la terapia de biorretroalimentación, modificaciones del estilo de vida, terapia cognitivo conductual o tratamientos holísticos como yoga, acupuntura o meditación.

Si sufre migrañas, no dude en hablar sobre su salud mental con su médico. Recuerde que no solo está luchando contra los dolores de cabeza, sino que también está protegiendo su bienestar general.

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