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¿Un factor de riesgo para TUMORES cerebrales?

En un instante, un accidente de coche inesperado o una colisión en un campo deportivo pueden transformar fatalmente la vida a través de una lesión traumática en la cabeza (TBI) o traumatismo craneoencefálico (TCE).

Pero, más allá de los efectos inmediatos, el impacto neurológico de los hematomas en el cerebro no termina una vez que se limpia la sangre.

Por el contrario, nuevos avances científicos revelan que un historial de conmoción cerebral o trauma cerebral moderado eleva el riesgo de sufrir otra amenaza silenciosa años después…

Cicatrices invisibles en el cerebro

En Estados Unidos, más de 400.000 veteranos de las guerras de Irak y Afganistán tienen diagnósticos de lesión cerebral traumática. Pero más allá de esta situación, innumerables civiles también sufren traumatismos craneoencefálicos debido a accidentes, caídas o haciendo deporte. Desde heridas penetrantes graves hasta conmociones cerebrales leves, el trauma altera nuestros delicados circuitos neuronales que controlan la cognición, la memoria y el comportamiento.

Los efectos que alteran la vida a menudo persisten mucho después de la lesión inicial. Esto tiende a impedir un retorno total a la normalidad a pesar de que no haya daños externos visibles. Pero los datos confirman que las agresiones menos notorias de las lesiones traumáticas en la cabeza no se limitan solo a los síntomas cognitivos.

La lesión provoca respuestas curativas anormales en el cerebro, como inflamación crónica. Esto puede hacer que las células nerviosas crezcan de manera disfuncional en lugar de repararse adecuadamente. Con el tiempo, esta inestabilidad celular puede provocar problemas catastróficos.

Las células desestabilizadas desencadenan el peligro

Un gran estudio, publicado en JAMA Network Open, hizo el seguimiento a casi dos millones de militares veteranos posteriores a los atentados del 11 de septiembre que sufrieron lesiones en la cabeza. Las conclusiones confirman que la inestabilidad neurológica a veces les ha producido terribles complicaciones durante los siguientes 20 años.

Los investigadores descubrieron que aquellos con TCE moderado, grave o penetrante se enfrentaban aproximadamente al doble o triple de probabilidades de un eventual diagnóstico de cáncer cerebral que sus semejantes ilesos, incluso una década o más después de que ocurrieran el acontecimiento traumático.

Si el traumatismo craneoencefálico causa suficiente daño a las células nerviosas, las consecuencias incluyen fragmentos de ADN de células moribundas que flotan en el cerebro. Estos fragmentos pueden desencadenar errores genéticos en las células cercanas, enviándolas por caminos cancerosos.

Los tumores resultantes de tales errores pueden surgir años más tarde y eventualmente convertirse en tumores malignos. El trauma cerebral pone en marcha riesgos colaterales que los investigadores apenas están comenzando a descubrir.

Y, desafortunadamente, una vez que se ha producido una lesión cerebral traumática, es imposible evitar daños mayores derivados de esa lesión original.

Por eso, si sufre una lesión cerebral traumática, debe ser proactivo para recibir un seguimiento riguroso en el que se evalúe cualquier signo sutil de disfunción emergente, como cambios cognitivos o de humor. Los médicos a menudo pasan por alto la influencia de la lesión en la salud posterior cuando analizan los síntomas, por lo que siempre considere una segunda opinión si siente que no le están escuchando.

Aún no existen pautas de detección, pero los pacientes deben expresar cualquier inquietud y solicitar imágenes cerebrales en caso de que surjan dolor o síntomas neurológicos.

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